POLÍTICAS CULTURALES DEL SIGLO XXI
Josep Burcet Llampayas, Profesor de Sociología de la Universidad Autónoma de Barcelona, de la Universidad Politécnica de Cataluña, Visiting Scholar de la Universidad de Michigan, realizador de seminarios, autor de numerosos artículos, comunicaciones y textos, nos presenta en su más reciente libro “El Agujero Blanco” una posición sobre la cultura durante este siglo, que nos lleva a reflexionar sobre el papel que ésta debe cumplir, se trata de una perspectiva que apoyamos y por medio de la cual deberíamos conducirnos.
Afirma este catedrático que hasta este momento, la política cultural se ha entendido como una política de gestión de las manifestaciones artísticas: teatro, museos, industria audiovisual, entre otras. Con el añadido de la política lingüística, particularmente activa en algunas sociedades. Todo aquello que se ha entendido como el objeto de la política cultural durante el siglo XX, será muy distinto en el siglo XXI. Se trata de un planteamiento válido, pues como todos sabemos vivimos en una época donde los cambios se requieren y se hacen presente en todas las etapas del quehacer humano para llevarnos y colocarnos al nivel de nuestros tiempos. En ese orden de ideas el autor del “Agujero Blanco”, nos señala que ha llegado la hora de empezar a labrar el camino, y hacer los primeros movimientos en esa dirección “ya ha llegado: es ahora mismo”. Las mismas deben construirse a partir de ahora, con la intención de que puedan alcanzar toda su proyección durante la segunda década, entre 2010 y 2020.
Burcet propone entonces que se articule una política cultural alrededor de la admisión (acceso), la disipación (transmisión) y la novedad (conocimientos), por lo que se requiere crear las condiciones que permitan a la población calibrar con precisión la introducción de conocimientos, llamados por él como novedad, en el sistema social, mediante la asimilación de esa novedad en función de la edad de la gente y el estado de la cultura. Se trata de una idea valiosa que debemos apoyar y convertirla en un objetivo fundamental de la llamada democracia participativa, la cual debe crear las vías que faciliten su implementación
Este autor plantea la existencia de sociedades jóvenes y sociedades envejecidas, siendo la primera quien tiene la capacidad para aprender con mayor facilidad y los más aptos para asumir y asimilar la novedad, mientras que la segunda es todo lo contrario, Burcet, le atribuye a estas sociedades cualidades y virtudes. Llega a una conclusión que apoyamos, al señalar que la formación y el aprendizaje dejan de ser una actividad propia de los jóvenes para convertirse en una actividad permanente de toda la población.
Las tecnologías aplicadas a las comunicaciones, determinan hoy en día la necesidad de organizar una capacitación permanente de todas las sociedades, con el fin de evitar que se excluyan a personas que pudieran quedar privadas de los beneficios de estas transformaciones. La formación permanente deberá dirigirse a toda la población, durar toda la vida y cada persona deberá dedicarle cada vez más tiempo. Esto último debe adjudicarse al hecho de que el cambio tecnológico y también el cambio cultural se están acelerando exponencialmente.
Podemos concluir que se impone la creación y facilitación de mejores oportunidades para la mayoría de los miembros de la sociedad, que hagan viable el acceso a la novedad (conocimientos). Sin duda que los hombres y mujeres que tenemos bajo nuestra responsabilidad llevar adelante el trabajo cultural, debemos acercarnos a este trabajo de Josep Burcet “El Agujero Blanco” un libro que como el mismo señala, analiza algunos pormenores de lo que pudiera ocurrir a partir de ahora a los distintos tipos de sociedad y de civilización que deberían mediar las nuevas formas de pensar y de relacionarse, hecho que pareciera indispensable para evitar acercarse a la aparición del Agujero Blanco (acumulación extrema de comunicación).
Javiel Vilchez
Josep Burcet Llampayas, Profesor de Sociología de la Universidad Autónoma de Barcelona, de la Universidad Politécnica de Cataluña, Visiting Scholar de la Universidad de Michigan, realizador de seminarios, autor de numerosos artículos, comunicaciones y textos, nos presenta en su más reciente libro “El Agujero Blanco” una posición sobre la cultura durante este siglo, que nos lleva a reflexionar sobre el papel que ésta debe cumplir, se trata de una perspectiva que apoyamos y por medio de la cual deberíamos conducirnos.
Afirma este catedrático que hasta este momento, la política cultural se ha entendido como una política de gestión de las manifestaciones artísticas: teatro, museos, industria audiovisual, entre otras. Con el añadido de la política lingüística, particularmente activa en algunas sociedades. Todo aquello que se ha entendido como el objeto de la política cultural durante el siglo XX, será muy distinto en el siglo XXI. Se trata de un planteamiento válido, pues como todos sabemos vivimos en una época donde los cambios se requieren y se hacen presente en todas las etapas del quehacer humano para llevarnos y colocarnos al nivel de nuestros tiempos. En ese orden de ideas el autor del “Agujero Blanco”, nos señala que ha llegado la hora de empezar a labrar el camino, y hacer los primeros movimientos en esa dirección “ya ha llegado: es ahora mismo”. Las mismas deben construirse a partir de ahora, con la intención de que puedan alcanzar toda su proyección durante la segunda década, entre 2010 y 2020.
Burcet propone entonces que se articule una política cultural alrededor de la admisión (acceso), la disipación (transmisión) y la novedad (conocimientos), por lo que se requiere crear las condiciones que permitan a la población calibrar con precisión la introducción de conocimientos, llamados por él como novedad, en el sistema social, mediante la asimilación de esa novedad en función de la edad de la gente y el estado de la cultura. Se trata de una idea valiosa que debemos apoyar y convertirla en un objetivo fundamental de la llamada democracia participativa, la cual debe crear las vías que faciliten su implementación
Este autor plantea la existencia de sociedades jóvenes y sociedades envejecidas, siendo la primera quien tiene la capacidad para aprender con mayor facilidad y los más aptos para asumir y asimilar la novedad, mientras que la segunda es todo lo contrario, Burcet, le atribuye a estas sociedades cualidades y virtudes. Llega a una conclusión que apoyamos, al señalar que la formación y el aprendizaje dejan de ser una actividad propia de los jóvenes para convertirse en una actividad permanente de toda la población.
Las tecnologías aplicadas a las comunicaciones, determinan hoy en día la necesidad de organizar una capacitación permanente de todas las sociedades, con el fin de evitar que se excluyan a personas que pudieran quedar privadas de los beneficios de estas transformaciones. La formación permanente deberá dirigirse a toda la población, durar toda la vida y cada persona deberá dedicarle cada vez más tiempo. Esto último debe adjudicarse al hecho de que el cambio tecnológico y también el cambio cultural se están acelerando exponencialmente.
Podemos concluir que se impone la creación y facilitación de mejores oportunidades para la mayoría de los miembros de la sociedad, que hagan viable el acceso a la novedad (conocimientos). Sin duda que los hombres y mujeres que tenemos bajo nuestra responsabilidad llevar adelante el trabajo cultural, debemos acercarnos a este trabajo de Josep Burcet “El Agujero Blanco” un libro que como el mismo señala, analiza algunos pormenores de lo que pudiera ocurrir a partir de ahora a los distintos tipos de sociedad y de civilización que deberían mediar las nuevas formas de pensar y de relacionarse, hecho que pareciera indispensable para evitar acercarse a la aparición del Agujero Blanco (acumulación extrema de comunicación).
Javiel Vilchez